lunes, 7 de febrero de 2011

TOCAR EL CIELO



TOCAR EL CIELO




Teníamos que ascender juntos, saltar del sueño

a la realidad de la irreprensible vigilia, absorber

amor -efluvio como vestigio de asombros-, coronar

el más hermoso remonte de dicha, ser gérmenes

de creación, tocar el cielo en transparente analogía,

respirar la tibia tarde cuando se transforma en un mar

de sombras y nos cobija. Sentir - entre alegorías

y silencios profundos- que el destino del hombre

en la dimensión total del paisaje es próvido amor;

que cada uno posee su propia vida en la del otro,

punto luminoso, paz en dos que hilvana pasión

con emoción. Sentirnos -ensenada romántica-

crecidos, enamorados, eternos…



Surtido completo de amores, eres melodía y eres

musa en lenguaje inaprensible de alentada evasión

musical. La hermosura de Venus te ha impregnado

de recuerdos y murmullos serenos; te ha colmado

de evanescentes sueños. Los ecos de estos años

son poderosa voz al viento; son palabras de dolor

y espera escritas sobre magro papel alegórico;

son como la verdad que crece insolente e impetuosa

en brillantes serenas praderías…



Albos senderos retienen verde paisaje refractado

en el lago de las emociones:

espejo, espiral,

estribación, meandro, curva, monte de la luna

que vamos remontando; vehemencia, fuegos ardientes,

mágica quimera codificándose en hermosura y tristeza

de amor retenido; ímpetu que va sembrando en el cielo

entre nubes de plomo y agua, serena infinitud de astros

dormidos; dominio lúcido que lo abre con sencillez

a la sorpresa permanente, reflejando albos senderos

en procura de inigualable indulgencia.



Todo, para facilitar la sensación -ostentosa culminación-

de lo efímero.



Sustancia de vida; río que fluye sin rumbo...



Teo Revilla Bravo.


Obra: Manuel Parra. Poema: Teo Revilla Bravo.

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